En el caso de Derek Jeter, tal vez lo más indicado sea empezar a hablar de lo que no fue.
No fue el Yankee más grande de la historia. Tampoco fue el mejor torpedero de Grandes Ligas. La verdad es que ni siquiera fue tan bueno en las paradas cortas como lo era Alex Rodríguez cuando éste llegó al antiguo Yankee Stadium en el 2004 y se trasladó a la tercera base para que Jeter siguiera en el short. Jeter nunca tuvo el mayor alcance. Nunca fue el Jugador Más Valioso de su liga. Nunca fue tan bueno en lo que hacía como lo fue su compañero de equipo, el panameño Mariano Rivera, en la novena entrada.
Tal vez por esos motivos, Jeter no sea parte de algunas boletas del Salón de la Fama este año. Pero no debe ser así.
¿Tuvo Jeter números? Claro que sí. Jugó 20 años en Grandes Ligas y se retiró con promedio de .310. Cal Ripken Jr. en algún momento se trasladó del campo corto a la tercera almohadilla, pero Jeter nunca hizo eso. Cuando el Capitán de los Yankees tenía 40 años, jugó 145 partidos. Al final, el promedio de por vida de Jeter fue mejor que el de Ripken por 34 puntos. Cuando Jeter dio su hit 3,000 en las Mayores, en el nuevo Yankee Stadium, fue un jonrón frente a David Price. En total, Jeter terminó con 3,465 hits, sexto en la lista de todos los tiempos.
Y luego estaba la postemporada. Puedes poner el argumento de que Jeter es el mejor, el más consistente y el más confiable jugador en octubre/noviembre de la historia. Terminó jugando en 158 partidos de postemporada en su carrera, el equivalente a una campaña completa de Grandes Ligas. En 650 turnos, conectó 20 jonrones y su promedio de .308 fue de apenas dos puntos menos que el que puso en temporada regular.
Uno escucha la frase de “crecerse” en los momentos apremiantes. Para Jeter, esos momentos eran cualquier juego entre marzo y a veces noviembre. Él nunca cambiaba.
En 10 series de playoffs/Serie Mundial, Jeter bateó .400 o más. Y después de los ataques del 9/11 del 2001, su cuadrangular de oro contra los Diamondbacks en el primer partido celebrado en noviembre le dio el apodo de “Mr. November”. Por supuesto, está también el Juego 3 de la Serie Divisional del 2001, cuando pareció llegar desde el Puente de la Bahía de San Francisco para hacer un tiro milagroso y lograr un out crucial en Oakland contra los Atléticos. Y antes de fracturarse un tobillo en la Serie de Campeonato de la Liga Americana contra los Tigres en el 2012, bateó .364 en una victoria sobre los Orioles en la ronda divisional de cinco juegos.
Ahora bien, Jeter siempre fue más que los números. Una vez él y yo conversamos sobre la importancia de las estadísticas en el béisbol. Jeter dijo, “Pero hay una sola que importa: ¿Ganó tu equipo el juego?”
Le dije que así medían cómo jugaron sus armadores los entrenadores de baloncesto. El que fue realmente el “armador” de los Yankees contestó, “Tienen razón”.
Jeter fue el Yankee más importante, la cara del equipo cuando los Bombarderos del Bronx retomaron el camino del éxito con el manager Joe Torre a partir de 1996. Fue el jugador que todos los niños querían ser, tal como fue el caso con Mickey Mantle en las décadas de los 50 y los 60. Era su Joe DiMaggio.
Cuando Jeter estaba por empezar su última temporada en Grandes Ligas en el 2014, Torre me dijo lo siguiente:
“Vivimos en tiempos en que glorificamos demasiadas cosas malas. Derek siempre ha representado cosas buenas”.
Jeter tuvo la misma importancia para los fans de los Yankees en sus tiempos como la que tuvieron Lou Gehrig, DiMaggio y Mantle en épocas anteriores. Uno tenía que estar allí para entender de verdad. Tal vez algunos votantes no lo incluyan en sus boletas. Ése es su derecho. Pero estarán equivocados al 100%.
Fuente: Las Mayores
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